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EL BEJUCO DEL ALMA

  • Manuel A. Serna Ramirez.
  • 1 sept 2016
  • 3 Min. de lectura

En el año 2007, siendo aún estudiante de Psicología; mediante la discusión con algunos compañeros, docentes e incluso con la lectura de material bibliográfico de apoyo, se presumía y hacía énfasis en el poder transformador y terapéutico de la Medicina Ancestral conocida como “Yagé”, “Ayahuasca” o “Bejuco del Alma”, con oposición de mis padres, amigos, de mi mente occidental y análisis lógico; decidí tener mi primera experiencia con Ayahuasca, extrañamente estaba teniendo sueños en donde un Chamán hablaba conmigo alrededor del fuego; algo sumamente extraño pues al visitar al Médico Tradicional Indígena de la comunidad Cofán del Putumayo que dirigió la ceremonia tenía esta extraña sensación de conocerlo anteriormente, al realizar la ceremonia comprendí que estaba viviendo una especie de reminiscencia del sueño que había tenido días antes.


El mareo, las nauseas e incluso el vómito no se hicieron esperar; era una sensación física sumamente incómoda pero con la intuición incomprensible de que me estaba purgando no solo corporalmente, eliminando con cada secreción física un pensamiento asociado, conflictos internos, miedos, temores, sentía que me estaba liberando, mi cuerpo carecía de peso y tenía la sensación de estar levitando por los aires.


Recuerdo muy vívidamente reconocer una presencia; mas bién una sombra, acechándome a mí y a los demás asistentes (alrededor de siete personas más) mi cuerpo la registraba como un frío penetrante e insoportable, fue cuando empecé a ver la muerte como una realidad, me veía a mi mismo y a todo cuanto me rodeaba como una ilusión, seres mecánicos, naturaleza artificial, solo veía máquinas e incluso el aire era una mezcla de gases tóxicos, smog... una realidad tremendamente aterradora, sin embargo una voz en mi interior me animaba a mantener la calma y no perder la fé en que esta visión era pasajera; al sentirme tán aturdido decidí salir de la Maloka para respirar aire fresco pero la sensación era la misma, incluso el ruido de los insectos era asimilado como el de pequeños monitores y rastreadores artificiales que controlaban el lugar, entonces caí en el suelo llorando desconsoladamente y comprendí que era yo mismo el ser artificial, alienado de su naturaleza, absorbido por la voz del conocimiento y controlado por las voces de la cabeza.


Sentí que me despojé de un antifaz, un YO tóxico que me estaba exterminando, lleno de veneno, miedo, dudas, temores, egocentrismo, ignorancia y muchísima estupidez.


Desde ese entonces asisto mínimo 2 veces al año a ceremonias de Ayahuasca (procurando siempre que el facilitador sea un Médico Tradicional Indígena preparado) he tenido la oportunidad de compartir con sabedores (como se les conoce a las personas con un conocimiento ancestral en la comunidad Cofán y otros pueblos de la selva amazónica), hombres y mujeres de conocimiento; guardianes de la medicina de la madre selva, que se ha puesto al servicio del hombre blanco, desafortunadamente con desconocimiento, malas prácticas, irrespeto e ignorancia que han llevado a satanizar la planta.


No suelo recomendar a mis consultantes que tengan este tipo de experiencias sin tener claro su propósito ya que en mi opinión es un profundo llamado que cada quien debe escuchar, no es una moda o un producto más para consumir dentro de la canasta espiritual.

La Ayahuasca es la sabiduría de los Ancestros, la medicina de los Abuelos, la voz de la Madre Selva que es revelada a quienes consciente y respetuosamente acuden a su ayuda pero que es rotundamente negada e incluso puede ser una experiencia sumamente traumática para quienes sienten mera curiosidad, irrespetan la Sabiduría Ancestral, buscan alimentar su ambición y egoismo, profanan la Madre Tierra, viven de forma inconsciente, hacen daño constantemente con sus palabras, actos y pensamientos.


 
 
 

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 © Manuel Serna
      Psicoterapia Integrativa
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